Hace un mes por fin viajé a Islandia. Un disfrute para los cinco sentidos. Sin embargo, una vez de vuelta no sabía ni por donde empezar a contar mi visión particular de tan singular experiencia.
Por ello no he empezado hasta ahora con esta serie de entradas en el blog y me he ido dedicando a subir fotos en mi muro de Facebook sin ningún tipo de orden ni concierto. Si queréis ir viendo lo que he puesto por allí estáis invitados.
Tampoco es que lo tenga muy claro ahora, pero creo que podremos ir mostrando un recorrido más o menos lineal de lo que allí vivimos.
El viaje lo planteamos como puramente fotográfico. No buscábamos un viaje placentero en hoteles de alto standing, lo que primaba era llegar a los sitios que buscábamos a las mejores horas y vivir intensamente nuestra estancia.
Por ello tomamos varias decisiones difíciles. La primera era olvidarnos del norte de la isla (era una locura intentar verlo todo y disfrutar de cada una de las localizaciones) y dormir en tiendas de campaña para no depender de hoteles, horarios y demás.
El viaje en si fue intenso, pero también la preparación previa, con el resultado de un pdf de más de 50 páginas con localizaciones, opciones y variantes (luego tocó cambiarlo todo, jeje).
Con todo listo y la mochila cargada de ilusión ya estábamos listos para embarcar. Jose, Juan Carlos, Ricardo y yo ya nos conocíamos, de mis talleres con alguno y de mas de media vida con algún otro, pero una convivencia tan intensa siempre puede ser una sorpresa. En este caso la sorpresa fue muy positiva. Buen ambiente, compañerismo y buenas caras a pesar de todos los handicaps que fueron apareciendo. Esto resultó ser crucial y solo puedo estar agradecido con cada uno de los componentes del equipo.
Nuestra llegada a Islandia fue en plena noche y aunque al principio pensamos en dejar el coche de alquiler para el día siguiente, decidimos contratarlo desde la llegada y directamente ir a alguna localización. Todos teníamos ganas de ver por primera vez la aurora, y esperar una noche más nos parecía una osadía. Nuestro objetivo una iglesia cercana al aeropuerto.
Lo que no podíamos controlar era la lluvia que nos recibió y que durante toda la noche se resistió a dejarnos.
Con solo un par de horas para el amanecer decidimos no montar las tiendas y dormitar en el coche.
No sabíamos si la lluvia nos dejaría hacer algo, pero por suerte, justo antes de amanecer dejó de llover y pudimos sacar a pasear las cámaras.
Es increíble lo rápido que cambia el tiempo en Islandia. Lo que no sabíamos aun es que durante todo este día y el siguiente nos pillaría la cola de un huracán. Que esto te pille en una isla donde el viento es una constante no es muy agradable.
Tras esta primera toma de contacto y aun bajo los efectos del viaje empezamos a explorar la zona de la Península de Reykjanes. Un lugar muy curioso y que nos vino muy bien como toma de contacto con el paisaje Islandés.
Bajo el viento y la lluvia intentamos ir captando detallitos del lugar. Nos acercamos a la costa a sacar algunos de sus acantilados, pero la fuerza del viento y el mar nos hicieron desistir. De hecho a punto estuvo una cámara de acabar en el fondo del mar.
Aun no había pasado ni medio día y ya el volumen de momentos, curiosidades y cosas novedosas ante nuestros ojos no paraba de crecer.
Poco a poco os intentaré ir mostrando lo que vimos e intentaré trasmitir nuestras sensaciones.
Hola Javier 🙂
Muy buen comienzo, esperando las siguientes entras.
Un saludo.
Hola Javier.Parece que tuvisteis un comienzo ajetreado,pero creo que tambien tendriais dias bonitos . Seguro que las camaras sufrieron un buen calenton.Esperando las siguientes entradas.
Un saludo.