Cuando la gente se pregunta que por qué ir a Lofoten a hacer fotos la respuesta es clara. Los atractivos que ofrece este enclave son enormes. Es cierto que cada vez somos más los que vamos, pero siempre te puedes encontrar oportunidades únicas y ya solo el hecho de ver aquello en vivo merece la pena.
Quizá lo peor sea el viaje. No hay vuelos directos y siempre hay que hacer una escala si no dos. Es curioso, pero los que más fácil lo tienen para llegar a aquellos lares son los Canarios.
Una vez allí todo resulta más fácil. Quitando el frio y las condiciones climáticas, cuando se ponen «serias», moverse por allí es tremendamente sencillo y las infraestructuras de carreteras están muy bien.
En Lofoten te puedes encontrar varias zonas para fotografiar. La más habitual es la zona de Reine, con increíbles paisajes pero totalmente plagada de casitas. Según vas subiendo empiezas a encontrar otras localizaciones menos urbanizadas. Como la cabra tira al monte en esta edición del viaje decidimos dedicar más tiempo a estas zonas.
Para ello buscamos un alojamiento que nos dejaba a menos de 30 minutos de muchas de las localizaciones con lo que todo resultaba mucho más sencillo. De hecho nada más llegar al alojamiento y tras una pequeña compra de suministros ya nos pusimos a trabajar en nuestra primera localización.
Las previsiones del tiempo nos daban medio despejado los dos primeros días así que había que intentar sacarles rendimiento al máximo, sobre todo a las noches, aunque durante la primera de ellas no nos visitó la dama verde.
El primer amanecer decidimos hacerlo en Skagsangen. Es una playa que me tiene loco. Está llena de textura y formas en la arena que hacen que cada visita sea algo distinto. Quizá por ello sea uno de los sitios donde es probable encontrase con más fotografos y que el tema se complique.
En nuestro caso no fue así, es lo que tiene madrugar. Si es cierto que siempre aparece alguien, pero nada que ver con ir unas horas más tarde.
Tocaba ir haciendo toma de contacto e ir descubriendo sitios. Algunos buscados pero otros dejándonos sorprender por lo que estaba delante nuestro.
El entorno de la iglesia de Gimsoy siempre nos ofrece cosas interesantes. Además de la estampa de la propia iglesia el entorno es genial y si encima el cielo ayuda poco más se puede pedir.
La segunda noche teníamos la presión de que quizá no se dieran más opciones para capturar la aurora boreal. Para el resto de días daban más nubes, así que esa noche había que conseguirla aunque supusiera no pegar ojo. Echamos mano de la aplicaciones y webs que te ayudan a planificar este tipo de caza y pudimos volvernos con la presa dentro de la tarjeta.
En efecto el resto de las noches ya no la veríamos más, pero incluso así Lofoten no dejó de sorprendernos en ningún momento.
Vaya colección de fotillos… ?
Felicidades por lo traido. A ver si un año de estos…
Esas rocas son duras, seguro que te esperan.