Cuando el tiempo es relativo

A pesar de que aun nos queden un par de nevadas por llegar y unos cuantos días de ambiente invernal, la primavera ya se va dejando ver. Las flores se afanan por mostrar sus colores y en los valles los árboles empiezan a lucir amagos de hojas.

Un poco más arriba la cosa cambia. Cuando abandonas el valle el invierno aun tiene atenazada la naturaleza. La memoria de los árboles les avisa de que aún es pronto y arriesgado empezar a gastar energía en lucir su traje verde.

Como veis, el sitio que buscaba es un bosquecito de hayas trasmochas. Arboles que por la mano del hombre han adquirido estas curiosas formas haciéndolas parecer seres mitológicos a la espera de algún incauto.
Antes de que se usara el carbón mineral en toda la cornisa cantábrica se cortaba de forma sostenible las ramas de los árboles. Esto hacía que sus troncos engordaran y de el salieran unas ramas finitas que se cortaban todos los años.Con el apogeo industrial y el uso del carbón mineral se dejó de dar uso a los árboles, siguiendo estos con su instinto natural. Esto es, crecer hacia arriba más que el de alado para obtener más luz.
Pero estos árboles tienen los días contados. Al crecer de esta forma «manipulada» están descompensados, lo que los hace muy delicados ante los rigores extremos del clima.Este invierno ha sido especialmente duro, los días se repartían entre nevadas copiosas y fuertes vientos provocando que una gran cantidad de estos ejemplares no aguantaran más y se quebrasen antes de ver la nueva estación.Caminaba entre ellos y pensaba en la cantidad de cosas que han pasado en el mundo desde que estos árboles no eran más que un retoño. La pena de que un ser con tantos años a sus espaldas se hubiera ido me acompañaba en mi recorrido, hasta que un poco más arriba me encontré con un grupo de tejos, algunos de ellos de más de 700 años.

Me senté un rato observándolo con calma, intentado imaginar lo relativo que sería para el todo lo que yo acababa de pensar. Cuando esas hayas no eran más que jóvenes arbolitos el tejo ya había vivido varios siglos. Casi nada. Aun no se había descubierto América y si hiciera una foto a alguno de los habitantes que lo vio nacer quizá pensara que le había robado el alma.

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