En mi última visita a Asturias nos acercamos a Gueirua, un lugar que merece la pena visitar con o sin cámara. A pesar de estar en un entorno civilizado la sensación de llegar a un sitio ajeno a todo es instantánea.
Aunque también probé encuadres más personales no quería irme sin un clásico. A pesar de estar varias veces nunca había sacado la peculiar cascadita que veis en las fotos.
Pero el cantábrico tiene sus días, y en esta ocasión había que estar siempre con un ojo en la fuerza del agua. La primera toma está realizada nada más llegar. El cielo tenía algunas nubes (aun sin colorines) pero la marea permitía este encuadre cercano resaltando la cascada y los verdines de la roca.
Tras buscar otros momentos y viendo como se estaba poniendo el cielo decidí regresar a captar este encuadre de nuevo. Las paredes del fondo iluminadas por el sol no duraron mucho, y había que estar rápido.
Pero el mar ya estaba entrando con fuerza y tocó buscar una alternativa.
Con esto es con lo que más disfruto a la hora de hacer fotos. Esa lucha, ese intento de captar un momento que no sabes si se producirá y que cuando se produce no siempre se puede conseguir. Creo que si todo fuera posible no tendría gracia.
Imaginaros tener una varita mágica y que cuando estéis en el sitio elegido apareciera por arte de magia un cielo brutal, un arcoiris, una aurora, la via láctea justo en la posición deseada…
¡Qué aburrido sería todo entonces!
Creo que es importante no poder conseguir «siempre» lo que queremos, creo que esos viajes que hacemos para hacer fotos y en muchas ocasiones se quedan en un madrugón estéril e incluso en un chapuzón de los de aupa, son parte de la magia de la fotografía de naturaleza.
Puede resultar frustrante no conseguirlo todo siempre,fracasar en nuestro empeño. Pero al contrario de lo que pueda parecer ese hecho, a mi por lo menos, me hace intentarlo de nuevo con más ganas, con más motivación.